CARACAS se conmocionó al saber la noticia de la muerte de un poeta a quien los venezolanos habíamos aprendido a leer y querer. Murió exiliado, en la ciudad de México, el sábado 21 de mayo de 1955, a consecuencia de un accidente automovilístico. Poco antes habían llegado clandestinamente algunos ejemplares de su último poemario, Giraluna…
De esta forma comienza Domingo Milliani su prólogo para el libro Poesía, número 214 de la Colección Clásica de Biblioteca Ayacucho. Andrés Eloy Blanco, el poeta del pueblo, del Canto a España, de Juan Bimba, de Las uvas del tiempo, de los angelitos negros. El luchador carismático, el Revolucionario, el político con “buena fe”, el agitador, el confinado, moría repentinamente en el exilio del cual siempre renegó. El júbilo del regreso a su país natal La patria está en la vuelta le fue negado por una de las varias dictaduras que permearon su vida.
Andrés Eloy Blanco nació en Cumaná el 6 de agosto de 1896. Su infancia transcurrió enteramente en la isla de Margarita, donde su familia debió trasladarse por el “confinamiento” impuesto a su padre por la dictadura de Cipriano Castro. Con tan solo 15 años publica sus primeros poemas en El Universal. Con la misma presteza participa en las luchas estudiantiles contra la dictadura gomecista.
La década de 1910 trae grandes cambios políticos e ideológicos en el mundo. La Revolución mexicana y soviética, así como la victoria aliada en la Primera Guerra Mundial, impulsan las ideas antiimperialistas y socialistas. Al mismo tiempo, las reformas universitarias en casi toda Latinoamérica daban nuevos aires de esperanza. En Venezuela, a pesar del control dictatorial, drena un poco de esa efervescencia cultural y política en los jóvenes. Andrés Eloy Blanco comienza en esta etapa, la que será una vida compartida entre la política militante y la poesía.
En 1918 gana, siendo estudiante de Ciencias políticas, un concurso poético en los II Juegos Florales de Venezuela (Ciudad Bolívar). Ese mismo año publica su primer libro El huerto de la epopeya, influenciado por los modernistas de la época. Tres años después a la par de su segundo libro Tierras que me oyeron, gana el primer premio en los Juegos Florales de Santander, España, con su poema Canto a España. Para Fernando Paz Castillo este poema “determina en la historia de la poesía venezolana, al par que una fecha literaria, la llegada a la madurez de uno de los espíritus poéticos más vigorosos que ha tenido el país…”
Los viajes a España (1921) y Cuba (1924-1925) durante la década de 1920 significan para Andrés Eloy Blanco el contacto con la vanguardia literaria europea en el primer caso, y en el segundo, en palabras de Milliani «…la transformación espiritual e ideológica operada» y «…un cambio en su conciencia política y sensibilidad social». En esta época publica Los claveles de la puerta (1922) y El amor no fue a los toros (1924). Su retorno a Venezuela esta cargado de poesía y rebelión, y por ello, no mucho después de su llegada es apresado en La Rotunda, junto a muchos otros de la insurrecta Generación del 28. A pesar de los grilletes de 60 libras, la cárcel sirve para «elevar el nivel moral, cultural e ideológico de los prisioneros».
Por su delicado estado de salud es liberado, pero confinado a una ciudad (Valera) por segunda vez en su vida. Retoma la labor poética, publicando entre otros el aclamado libro Poda (1934), con poemas tan conocidos como Las uvas del tiempo y La renuncia.
Con la muerte de Gómez inicia una carrera política en los gobiernos de Eleazar López Contreras en primera instancia, y posteriormente con el gobierno de Isaías Medina Angarita, como legislador. A principios de los años 1940 Andrés Eloy Blanco se consagra definitivamente como uno de los políticos e intelectuales con más prestigio del país.
El acentuado compromiso de Andrés Eloy Blanco con lo social y político, lo hace dejar en segundo plano su carrera como poeta. Al respecto comentaría «…siento a veces que llevo demasiado tiempo fuera de ella. He abandonado la vida de poeta… La política pues, me obliga como un arte. Tiene, para los que creemos en ella no ha de ser pasión y mezquindad, toda la fuerza vocacional de un arte». Ese compromiso lo hace apoyar plenamente la candidatura de Rómulo Gallegos a la presidencia, y posteriormente ya en gobierno, formar parte de su gabinete ministerial, como Canciller de la república.
Ejerciendo su cargo en Francia se entera que el gobierno del cual formaba parte había sido derrocado. Así comienza su último exilio, primero en Cuba y posteriormente en México, donde se traslada junto a su familia a principios de los años 1950. Se mantiene hasta el último día de su vida consecuente con su militancia política, pronunciando un discurso en homenaje a la resistencia venezolana, pocas horas antes del fatal accidente.
El 6 de Junio sus restos llegan a una Caracas que lo recibe con extremas medidas de seguridad, por parte de las fuerzas policiales del dictador Marcos Pérez Jiménez. Reposa en el Panteón Nacional desde el 2 de julio de 1981.
Moisés Seijas