Biblioteca Ayacucho: batalla en ríos de tinta

La historia de nuestro continente mestizo se debate en tres grandes momentos y una sola aspiración profunda. En el principio fuimos un error geográfico que le dio al invasor riquezas de las que aún se beneficia. Luego vino el verbo como espada que cercena la autoctonía, uniformando el decir o el pensar y finalmente nos dejaron convertidos en prefijos variados (hemos sido Indo-, Afro, Latino-, Hispano-) que a ratos se unen en un prefijo mayor, o se dispersan en grupos denominativos para combatirse entre sí.

La aspiración libertaria comenzó resistiendo la invasión genocida desde el mismo 1492, siguió pidiendo la igualdad en el México de 1542 con la llamada “Conspiración” de Martín Cortés, hijo de Hernán Cortés y La Malinche; con los primeros levantamientos de esclavizados del siglo XVI como el del Negro Miguel en 1552, en Venezuela; sin olvidar la permanente lucha del pueblo Mapuche que se extiende por más de 500 años llenos de fascismo clasista y gorila de diverso pelaje. No podemos dejar de mencionar la resistencia guaraní o caribe, o la gesta que ante la forzosa asfixia prolonga la rebeldía por todo el siglo XVIII desde el alzamiento de Atahualpa a comienzos del siglo hasta 1780 cuando Túpac Katari realiza el último gran enfrentamiento contra el invasor genocida.

Apenas entrado el siglo XIX la aspiración igualitaria se vuelve independentista y son los esclavizados de Haití los que logran la primera gran derrota del invasor. Luego le seguirían los levantamientos por todo el continente y que tendrán a dos caraqueños como sus líderes fundamentales, Francisco de Miranda y Simón Bolívar en un proceso mediante el cual se reconoce en la aspiración soberanista el profundo contenido antiimperialistas y que se extiende hasta 1830 cuando muere Bolívar.

Luego de la muerte de Bolívar subsiste el afán independentista convertido en ansias de integración que buscó renacer en la Unión de las Provincias de Centroamérica (1824 – 1839), en la Confederación Perú–Boliviana (1836–1839) o el Congreso de Lima en 1864.

Ya para ese entonces, exactamente un año después, en 1865, el gran hegemon del norte había resuelto sus discrepancias sobre la superioridad de los esclavizados vía salarios frente a los esclavizados por el látigo y el hierro. Y comienza a ejercer como el nuevo imperio en lo que denomina ahora su «patio trasero». Pocos atisbos de soberanía política tendríamos hasta el comienzo del siglo XX. Habría de transcurrir casi un siglo de indisputado dominio injerencista norteamericano hasta 1959 cuando la Cuba de Fidel da el primer aldabonazo rebelde y declara su independencia, su soberanía y su sistema político de igualdad y justicia social. La Cuba que rescató el pensamiento de su héroe José Martí, de profunda vocación Bolivariana, será entonces la encargada de comenzar el trabajo por el rescate de nuestros pensadores, creadoras y artistas que durante más de cinco siglos había soñado una patria grande, justa y pacifista.

Años después, la década de los setenta trajo en nuestro continente el retorno al poder de muchos caudillos fascistas auspiciados como siempre por los Estados Unidos de América. Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay exhibían distintos nombres y apellidos de la misma élite dominante detrás de los sables, las botas y los uniformes militares. La asfixiante atmosfera que conculcó los derechos civiles en cada uno de estos países, en los cuales se hacían quemas públicas de libros, hizo recalar en nuestro país un importante número de intelectuales y artistas que huían de estas dictaduras.

De entre ese grupo se destacó la figura de Ángel Rama, editor y pensador uruguayo quien encontró en el venezolano José Ramón Medina el apoyo necesario para hacer una biblioteca que estuviese a salvo de las quemas de libros que el fascismo disfruta tanto en cualquiera de sus expresiones geográficas. Pensaron una biblioteca que no fuera reunión física de los libros fundamentales de nuestras culturas, sino que fuera una colección editorial que al contrario de una biblioteca normal, no encerrara los libros contenidos sino que, por la vía de la divulgación masiva hiciera imposible la quema o desaparición de cada uno de estos textos que son parte de lo que nos constituye como naciones miembros de un conglomerado que se extiende desde México, Centroamérica y el Caribe hasta la Patagonia con más de 600 millones de habitantes. Un conglomerado suramericano que habla mayoritariamente dos lenguas inteligibles entre sí, y que profesa también mayoritariamente la religión católica.

Ángel Rama y José Ramón Medina, crean entonces, en 1974 y como homenaje al sesquicentenario de la Batalla de Ayacucho la Biblioteca Ayacucho. Y por la vía del Congreso Latinoamericanista de 1976 reunieron un importante número de reconocidos estudiosos y estudiosas de nuestros países quienes propusieron los nombres y títulos que tendríamos el deber moral de preservar y mantener en circulación permanente. Así nació la Biblioteca Ayacucho. Prefigurada por Rufino Blanco Fombona en 1915 en su editorial América con el nombre de Biblioteca Ayacucho.

La Biblioteca Ayacucho contó durante 25 años con la dirección del fundador José Ramón Medina, luego estuvieron a cargo Alfredo Chacón a quien sucedió Stefania Mosca, después Humberto Mata y su actual Presidente, Luis Alberto Crespo.

La historia de Nuestra América mestiza y la de sus naciones ancestrales, es lo que constituye el centro de esta visión continental de la Biblioteca Ayacucho que hoy celebra 46 años de existencia. El estudio y la difusión de nuestros textos clásicos es lo que ha hecho de este fondo editorial una lectura indispensable en el proceso de formación de conciencia cultural en todos los pueblos del continente. Biblioteca Ayacucho nació siendo una editorial de marcado interés político, sin excluir ninguna de las visiones antagónicas que se han expresado en el continente. Acá hemos podido leer textos fundacionales del pensamiento conservador, liberal o anarquista, en cuidadas ediciones y bajo el estudio de profundos conocedores de los temas abordados.

Hoy, la Biblioteca Ayacucho cuenta en su Colección Clásica cerca de 300 títulos y casi 200 títulos en sus otras colecciones. Muchos volúmenes de la Colección Clásica forman parte de la mayoría de las “Listas de Lectura” de programas académicos de Postgrado en Europa, Asia y el continente americano.

A partir del 10 de Septiembre de 2007 se han agregado formatos digitales nativos, siendo pioneros en el país a través de un convenio con Google Books en 2007 que alcanzó más de 5 millones de descargas y un promedio de 100.000 visitas mensuales hasta la interrupción en 2018 debido al elevado costo de las operaciones como producto de las arbitrarias e injustas medidas de bloqueo y guerra económica impuestas sobre nuestra Patria. También presenta la Biblioteca volúmenes en narración gráfica o ilustrada y ediciones de bolsillo.

Desde el mes de diciembre de 2019 se estableció una alianza con el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) para lograr que nuestras publicaciones puedan ser distribuidas desde fuera del territorio nacional. Finalmente, para esta ocasión aniversaria estaremos lanzando nuestros dos primeros volúmenes en formato ePub.

La visión americanista de integración y hermandad de nuestros pueblos, así como  rescatar, editar y promover la lectura de textos fundamentales escritos en América, leídos en el mundo, editados en Venezuela… ¡es irrevocable!

 

Edgar Páez

 

 

 

 

 

 

 

Leer en formato ePUB es muy sencillo. Se adapta a cualquier tamaño de pantalla y puedes elegir el formato que más te guste. Solo tienes que encontrar una aplicación que se ajuste a tus necesidades. Te recomendamos algunas.

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