Todo Perú le escribe a Luis Alberto Sánchez

“Escritor de raza”, lo llama Waldo Frank ignorando que ahora en adelante el epíteto califica sólo a los animales, pero sí fue el peruano Luis Alberto Sánchez escritor de estirpe y sabelotodo: crítico, historiador, biógrafo, pensador social, maestro, profesor universitario, periodista, político; tal vez no cometió la narrativa y menos la poesía. Fue, además, hijo único, sin más hermanos que su vasta biblioteca y su propia obra. Pronto conoció renombre: tenía 21 años cuando fue ungido como letrado. Su saber comenzó con la Universidad de San Marcos, la muy pedante institución académica del Perú, de la que sería su púlpito, una y otra vez, según los vaivenes de la historia política de su país, que fueron muchos, para su contentamiento y su pena, como se verá dentro de unas líneas.

A  los 20 años fue celador de la Biblioteca Nacional, lo que lo avecinaría de oficio con el portentoso Borges, veedor que fuera de la Biblioteca bonaerense y primeros laudos de su leyenda. A esas horas, ya Luis Alberto Sánchez andaba con los grupos literarios limeños, como aquel conspicuo de Protervia y frecuentó la redacción de los periódicos y revistas, por ejemplo  en Mundial, Variedades, La noche, El  Hogar. Durante esos menesteres de chivaletes  se entusiasmó con Haya de la Torre, el populismo, el fervor banderizo. El ajetreo y el tráfago de la ideología aprista  no le mezquinó que interviniera en la reforma universitaria con la misma primacía que luciera en las aulas de profesor titular.

No tardaría en conocer a José Carlos Mariátegui y aprendió socialismo. Mientras ese encuentro ocurría, la clase literaria de su país le obsequió el Premio Municipal de Literatura. ¿El motivo? el haber  concluido  en docto registro la loa de un dios de la literatura, don Ricardo Palma. Desde esa vez no se detuvo en su propósito de darse a conocer como escritor proteico. Chile no dudó en llamarlo para que atendiera a una invitación de la Universidad de Santiago que inventara Andrés Bello.

Aprista convencido,  anduvo de la mano de Haya, lo que le costó las rejas de la ergásula y la varia persecución de los mílites ávidos de golpes de Estado, sin que por ello flaqueara para nada su militancia aprista, como lo probara al presidir la dirección de La Tribuna, el órgano del partido de la igualdad popular.

Se sabía peruano legítimo cuando en calle gritaron fraude en las elecciones. El cabecilla fue un general del que la historia de tales desmanes nadie quiere acordarse. Entonces hubo sangre en las calles y la cárcel hospedó a Haya de la Torre. Luis Alberto  Sánchez sirvió de enfermero cauterizando tanta llaga de lastimaduras y el destierro se despertaba temprano nunca anochecía, pero el tiempo le cedió su reloj de arena al peruano que decimos. El jugaba con él a su capricho. Esta vez se ofreció de biógrafo de los exiliados. Afuera, esto es, en medio de la trifulca política de los amos del poder, una bala que derrumbó al dictador Sánchez Cerro. Los disparos trajeron a otra criatura de cuartel: ahora se llama Benavides. La lógica absurda autorizó que el nuevo sátrapa sintiera piedad por los apristas pero, eso sí, prosperó el odio. La mujer de Luis Alberto Sánchez prestó su lástima a los transterrados.

La dictadura no  se olvidó del fervor político del escritor y profesor perenne de San Marcos y lo empujó a las afueras del país. Es que hasta su estilo era aprista, adujeron en los cuarteles. El exilio fue probo con él y lo invitó a decir conferencias en Norteamérica. Incomprensiblemente en su patria convocaron a elecciones pero desconocen sus resultas porque sus increyentes alegaron que tal triunfo beneficiaba a un civil con demasiada sensibilidad social. Con todo, Luis Alberto Sánchez regresó otra vez del destierro.

El más querido en el Perú tenía un nombre: Belaúnde de Terry.  El personaje que decimos se va a la Unesco. De allá se devuelve para dar clases en San Marcos. Viaja y viaja, reclamado  por cualquiera institución. Al parecer el Perú no se habituaba a vivir en democracia y subió al Poder el general Odría. El pueblo de Vallejo -y perdonen la tristeza- adora a Haya de la Torres mas  lo desprecia la caserna. El oscurantismo. Odría se empeña en seguir en el mando. Luis Alberto Sánchez huye. Llega a La  Habana. Allí funda Libertad y Democracia. Es 1956. Las libertades cívicas obtienen carta de ciudadanía. Perú insiste: gana de nuevo Haya de La Torre. Nadie entiende nada: vuelven a reunirse los políticos en su determinación banderiza de civilizar a los uniformados. Belaúnde de Terry derrota por un tris a Haya de La Torre. Luis Alberto Sánchez dirime su nombradía entre la curul del Congreso y su sillón de la Universidad. Ocurre un nuevo golpe de Estado: Velasco Alvarado es el amo de la casa presidencial, su quepis, las estrellas de general. La cárcel invita a Luis Alberto  a domiciliarse tras las rejas.

La demencia política es un virus tenaz en el Perú, juega a requiebros  insólitos: los militares apoyan a los comunistas para impedir que gobierne el Apra. Pero muere Haya de La Torre. El Perú se enluta.

El Presidente es esta vez alguien de paltó y corbata: es Alan García.  El pueblo lo llama Caballote, por su estatura. Luis Alberto Sánchez es designado Vicepresidente y habita la rutina de la curul. A estas horas tiene 87 años. Durará casi un siglo.

Todo Perú es ahora su biógrafo. Es el autor de su gloria. Acaso su mejor obra.

  Luis Alberto Crespo

 

Leer en formato ePUB es muy sencillo. Se adapta a cualquier tamaño de pantalla y puedes elegir el formato que más te guste. Solo tienes que encontrar una aplicación que se ajuste a tus necesidades. Te recomendamos algunas.

Sumatra PDF es una herramienta versatil, liviana y libre que permite la visualización de ePUB y PDF.

FBreader es un lector multiplataforma con muchísimas opciones para personalizar las lecturas sin importar el sistema operativo que manejes.

Calibre es la opción para usurios avanzados que quieren sacarle todas las posibilidades a sus libros electrónicos.